Fresco de la Capilla Sixtina, en el que Miguel Ángel representó el Juicio Final. Levante-EMV |
El pasado lunes, 24 de enero, en el almuerzo encontré el periódico Levante del domingo, día 23, que alguien había dejado olvidado encima de la mesa y al echarle una ojeada mis ojos se fijaron en un artículo titulado: "Nueva guía de ultratumba". Como me encontraba enfrascado en la lectura de "La ciudad del Gran Rey", novela ambientada en el Purgatorio, me pudo la curiosidad y me guardé esa página para leerla con tranquilidad.
Tras un par de semanas de tener el artículo aparcado, lo he leído y he indagado un tanto en la red localizando documentos interesantes sobre el Purgatorio, pero volvamos ahora al diario Levante y su artículo.
Ya en el primer párrafo aparece este texto: "hace unos días, durante una catequesis en el Vaticano sobre Santa Catalina de Génova, conocida por sus tratados sobre la naturaleza de la purga de almas, el Papa habló del "fuego interior" que purificará a la persona tras la muerte y durante la espera por el Juicio Final: eso es el Purgatorio."
La vida tiene estas casualidades, así que seguí leyendo y me encontré con que para los Papas Benedicto XVI y Juan Pablo II, las realidades ultraterrenas Cielo, Infierno y Purgatorio existen pero no son lugares concretos, materiales. Continuo leyendo y resulta que el Papa, de acuerdo con San Agustín, en un encuentro con el clero romano dividió las almas de los hombres tras su fallecimiento en tres categorías, e incluso cuantificó su número de manera aproximada.
Primero, habló del Infierno, existente y eterno, pero no abarrotado: "Tal vez no son muchos los que se han destruido a sí mismos, los que son insanables para siempre, los que carecen de elemento alguno sobre el que pueda apoyarse el amor de Dios, los que no tienen en sí mismos una mínima capacidad de amar. Esto sería el Infierno". En segundo lugar, "son ciertamente pocos, o en cualquier caso no demasiados, los que son tan puros que pueden entrar inmediatamente en la comunión de Dios". A estos pocos les espera el Cielo. En cambio, "muchísimos de nosotros esperamos que haya algo sanable en nosotros, que haya una voluntad final de servir a Dios y de servir a los hombres, de vivir según Dios. Pero hay tantas y tantas heridas, tanta inmundicia, que tenemos necesidad de ser preparados, de ser purificados". Esta sería la realidad del Purgatorio.
Vamos que, si existe, el Purgatorio debe estar atestado de gente, y digo si existe porque el Papa se acaba de cargar de un plumazo la existencia del Limbo. Tras leer medio artículo ya me estaba preguntado cuando y porque surgió la idea del Purgatorio. Y el final del artículo me da una pista fundamental para continuar hurgando en este tema del que si no fuera por la obra de Óscar Esquivias ni siquiera habría leído el artículo periodístico, se trata del nombre de un prolífico historiador francés. Pero veamos como aparece en el artículo.
El arraigo en los creyentes de ideas sobre el Cielo, Infierno y Purgatorio como lugares concretos se remonta varios siglos atrás. Por ejemplo, el concepto concreto de Purgatorio -que había creado San Agustín con la poética frase: "Una flor sobre su tumba se marchita; una lágrima sobre su recuerdo se evapora, pero una oración por su alma, la recibe Dios"-se desarrolló plenamente durante el siglo XIII, según el historiador Jacques Le Goff, quien en su obra El nacimiento del purgatorio explica su surgimiento según un esquema trimembre aplicable también al hecho de que, además de nobles y pobres, empiezan a existir los burgueses.
Según Le Goff, el Purgatorio es "un lugar doblemente intermedio: en él no se es tan dichoso como en el Paraíso, ni tan desgraciado como en el Infierno, y sólo durará hasta el Juicio Final". El Purgatorio se materializa entonces, e incluso se inmortaliza tiempo después con La Divina Comedia de Dante. Y es tan material que abre nuevos caminos económicos, con el mercado de las indulgencias, uno de los motivos por los que Lutero romperá con Roma.
Este comentario pertenece al club de lectura sobre la trilogía basada en la Guerra Civil de Oscar Esquivias que dirige desde La Acequia, Pedro Ojeda Escudero.
Bien atento a la actualidad para nuestra lectura, desde luego.
ResponderEliminarLo malo es que voy creyendo que todo va siendo nada... Casi es más divertido ese Purgatorio sin ombligos de Esquivias.
Si el purgatorio existe, cosa que dudo, y se asemeja al que nos describe Esquivias en su obra, vamos a tener que ir con chaleco antibalas, porque además de atestado de gente te juegas la vida en cualquier esquina.
ResponderEliminarUn abrazo
Donde dije digo digo Diego. A eso está obligada hoy la iglesia Católica.
ResponderEliminarTodo esto del purgatorio provoca estudios de demasiada altura para entendederas regulares. Muy interesante lo que apuntas que dice el historiador francés porque es la pura verdad. En El Hereje de Delibes se habla mucho de eso también.
ResponderEliminarMuy al hilo de la lectura.
Un abrazo.
Bueno...pues nada que vamos al purgatorio...llevémonos unas cuantas bolsas de muelas que las vamos a necesitar..saludos
ResponderEliminarEse historiador francés tiene razón. El Purgatorio nacería así para las clases medias que pecan medianamente y pueden pagar medianamente. A compara indulgencias. Por eso, ahora no hace falta el Purgatorio.
ResponderEliminarTe ha quedado una entrada bordada.
Un abrazo.
ResponderEliminarUnas cosas siempre nos llevan a otras. De la novela, al artículo y así sucesivamente. Lo mejor es que siempre se nos mantenga abierta la curiosidad.
ResponderEliminarPersonalmente no creo en nada más allá de lo que hay aquí pero después de leer la novela mucho mejor o ya estaría muerta de miedo de lo que me podría esperar.
Biquiños,
Aldabra
Pal Purgatorio todos, chinos incluidos. jejejeje
ResponderEliminar( al de ESquivias, claro)
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