jueves, 29 de abril de 2010

La calderilla en "El Quijote"

Blanca de Felipe II (http://www.maravedis.org/)

La calderilla es el nombre genérico que se aplica a todas las monedas con poco valor. "Estoy sin blanca" ó "Me he quedado sin blanca" son dos frases habituales para indicar que no tenemos dinero, pero su origen me era desconocido hasta que leyendo el capítulo III de "El Quijote" me encuentro con la respuesta de Don Quijote al ventero cuando este "Preguntóle si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca, porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído."

Até cabos y vi claro que "blanca" era una moneda, pero ¿de que valor?. Una pequeña búsqueda sobre las monedas que circulaban en los siglos XVI a XVII me dío la respuesta: se trataba de la calderilla de la época, vamos, como sí actualmente hablásemos de los céntimos de euro o hace cuarenta años de los chavos (10 chavos = 1 peseta).

Una blanca fue una moneda castellana de vellón y su valor igual a medio maravedí, la moneda de cuenta de estos siglos. Podemos hacernos una idea del valor de esta moneda fraccionaria en tiempos de Felipe II teniendo en cuenta que 2 blancas=1 maravedi, 34 maravedis = 1 real de plata y 16 reales de plata = 1 escudo de oro (Aunque según otras fuente la valoración del escudo de oro cambia a lo largo de la época moderna, oscilando entre los 400 maravedís de 1566 y los 440 de 1609.). En resumen: hacían falta 1.088 blancas para tener un escudo de oro.

Pero la frase que he citado contiene otra moneda de la época que puede pasar más desapercibida: "el dinero". Actualmente podemos preguntar "¿tienes dinero para el taxi?" sin ser conscientes que la palabra que nosotros utilizamos como sinónimo de efectivo en otros tiempos fue una moneda de uso común y de igual valor al de la blanca en el caso del dinero catalán o del dinero cornado (moneda castellana) .

En el capítulo XVII aparece dos nuevas monedas: la primera cuando Sancho se niega a pagar al ventero, el cual "Amohinóse mucho desto el ventero, y amenazóle que si no le pagaba, que lo cobraría de modo que le pesase. A lo cual Sancho respondió que, por la ley de caballería que su amo había recebido, no pagaría un solo cornado, aunque le costase la vida". El cornado fue una moneda castellana de cobre o vellón, que también se llamaba dinero cornado, posiblemente por la cabeza del rey coronado del anverso. Dos cornados equivalían a un maravedí.

La segunda moneda la conocemos tras el manteo de Sancho: "Quiso el ventero atrancar bien la puerta así como le vio fuera, mas no lo consintieron los manteadores, que eran gente que, aunque don Quijote fuera verdaderamente de los caballeros andantes de la Tabla Redonda, no le estimaran en dos ardites." Aparece el ardite, una moneda catalana de vellón y de cobre, del valor de un dinero catalán, o sea, del mismo valor que la blanca, como una estimación de cuan fuerte veían a Don Quijote, ¡menuda pinta debía ofrecer a la vista de los manteadores!.

Si quieres ver como eran estas monedas pincha en este Enlace.
 
En posteriores capítulos de "El Quijote" encontraremos las monedas de oro de la época: escudos y doblas, pero estas ya no son calderilla.

martes, 20 de abril de 2010

Aldonza - Dulcinea, ¿un anagrama encubierto?

     En el capítulo I, Don Quijote necesita de una dama de quien enamorarse y la encuentra en la labradora Aldonza Lorenzo: "...y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo, ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso; nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto."

     Quizás sea algo rebuscado pero pienso que Cervantes juega con ambos nombres, incluso tal vez con un tercero si iniciamos el anagrama a partir de Luscinda (intercambia una "s" con una "e" para crear el nombre de Dulcinea). Sin embargo la conversión lógica que hace Alonso Quijano va en el sentido Aldonza --> Dulcinea, siguiendo estas reglas: las consonantes son las mismas, al menos en cuanto a sonido (la  "c" seguida de "i" suena como "z"), mantiene la "a" final (¿femenino?) y cambia dos vocales fuertes (mujer fuerte) por las 2 débiles (princesa) más la "e" que son las vocales que no aparecen en Aldonza. En tal caso estaríamos ante un nombre verdaderamente peregrino y significativo.