jueves, 3 de junio de 2010

Lo que se publica, ¿realidad o ficción?

En el capítulo XXXII de la primera parte, cuando ya tenemos más que asumida la locura de Don Quijote que cree en la certeza de los hecho relatados en los libros de caballerías, tenemos que el propio ventero, persona con escasa cultura pero con sus preferencias literarias muy claras: "mas si alguno quiere quemar, sea ese del Gran Capitán y dese Diego García, que antes dejaré quemar un hijo que dejar quemar ninguno desotros. (Don Cirongilio y el de Felixmarte)", tras la réplica del cura: "-Hermano mío -dijo el cura-, estos dos libros son mentirosos y están llenos de disparates y devaneos; y este del Gran Capitán es historia verdadera, y tiene los hechos de Gonzalo Hernández de Córdoba, el cual, por sus muchas y grandes hazañas, mereció ser llamado de todo el mundo Gran Capitán, renombre famoso y claro, y dél sólo merecido. Y este Diego García de Paredes fue un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Estremadura, valentísimo soldado...", defiende el mayor interés que le despiertan los portentosos hechos de Don Ciringilio y de Felixmarte, despreciando al Gran Capitán y al Sansón de Extremadura.

Dorotea y Cardenio se percatan de cual es el problema real: "-Así me parece a mí -respondió Cardenio-, porque, según da indicio, él tiene por cierto que todo lo que estos libros cuentan pasó ni más ni menos que lo escriben, y no le harán creer otra cosa frailes descalzos.", el ventero no diferencia ficción de realidad. El cura insiste, para sacarle del error: "-Mirad, hermano -tornó a decir el cura-, que no hubo en el mundo Felixmarte de Hircania, ni don Cirongilio de Tracia, ni otros caballeros semejantes que los libros de caballerías cuentan, porque todo es compostura y ficción de ingenios ociosos, que los compusieron para el efeto que vos decís de entretener el tiempo, como lo entretienen leyéndolos vuestros segadores; porque realmente os juro que nunca tales caballeros fueron en el mundo, ni tales hazañas ni disparates acontecieron en él.", y lo hace jurando que es cierto lo que dice.

Bueno, pues ni así, el ventero le niega la mayor y se mantiene en sus trece: "-¡A otro perro con ese hueso! -respondió el ventero-. ¡Como si yo no supiese cuántas son cinco y adónde me aprieta el zapato! No piense vuestra merced darme papilla, porque por Dios que no soy nada blanco. ¡Bueno es que quiera darme vuestra merced a entender que todo aquello que estos buenos libros dicen sea disparates y mentiras, estando impreso con licencia de los señores del Consejo Real, como si ellos fueran gente que habían de dejar imprimir tanta mentira junta, y tantas batallas y tantos encantamentos que quitan el juicio!", poniendo el dedo en la llaga: si las autoridades han dado su permiso tiene que ser verdad lo escrito , de esta forma pone a la autoridad civil por encima de la religiosa haciendo tirar la toalla al cura: "tomad vuestros libros, y allá os avenid con sus verdades o mentiras, y buen provecho os hagan, y quiera Dios que no cojeéis del pie que cojea vuestro huésped don Quijote."

Pero el ventero no se convertirá en un nuevo Quijote al ser una persona con ambos pies en el suelo: "que no seré yo tan loco que me haga caballero andante: que bien veo que ahora no se usa lo que se usaba en aquel tiempo, cuando se dice que andaban por el mundo estos famosos caballeros.", simplemente defiende su fe en la verdad de lo escrito en los libros porque la autoridad permite su publicación.

El caso es que el ventero nos refleja un hecho actual: cambiemos libro por periódico y encontraremos muchos "venteros" que proclamarán a voz en grito la verdad de lo escrito sin contrastar mínimamente esa información, dándole credibilidad por el simple hecho de leerlo en un papel.

Junto a los “curas” que intentan abrir los ojos a los “venteros” encontramos a los “Cardenios/Doroteas” que reconocen desde el principio el convencimiento sin fisuras de estos y ven lo inútil del esfuerzo gastado en convencerlos de lo contrario. Parece que es el cura quién acomete una misión harto difícil cuando no imposible. Como veremos a continuación, también encontramos gente con capacidad de dudar, que se replantea lo leído/oído, aunque sea por interés propio ("Sanchos").

Descolocado se nos queda Sancho: "A la mitad desta plática se halló Sancho presente, y quedó muy confuso y pensativo de lo que había oído decir que ahora no se usaban caballeros andantes, y que todos los libros de caballerías eran necedades y mentiras, y propuso en su corazón de esperar en lo que paraba aquel viaje de su amo, y que si no salía con la felicidad que él pensaba, determinaba de dejalle y volverse con su mujer y sus hijos a su acostumbrado trabajo. " que como no sabe que pensar del tema opta por esperar a ver si hay beneficios. A Sancho, que ha creído en las razones de Don Quijote, se le presenta un dilema donde empezará pesando más el interés propio y acabará por ser mayor el lazo de la amistad que le unirá a Don Quijote para inclinar el fiel de la balanza siempre al mismo lado: quedarse con Don Quijote.

5 comentarios:

  1. Magnifica tu contribución a la lectura, amigo. Me ha encantado el analisis de este capitulo.

    Un abrazo...!

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  2. Excelente la perspectiva de traer el debate a la lectura de periódicos hoy...

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  3. ¡Qué necesaria se hace siempre la mirada crítica en la lectura!

    Muy buen recordatorio el tuyo.

    Saludos

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  4. Muchos curas, muchos venteros, muchos Cardenios...ya lo creo. ¡Me gusta el símil periodístico!
    Encantada de haber entrado aquí.
    Saludos.

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  5. Es imprescindible no creer a pies juntillas lo que dicen los periódicos, no olvidemos que la información objetiva es prácticamente imposible.

    Un abrazo

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